Ruperto Long agitó el avispero literario durante su visita a Quito

Artículo publicado por el diario El Comercio de Ecuador

Dolores Veintimilla, esa desconocida de las letras

Dolores-Veintimilla

María Helena Barrera-Agarwal lo volvió a hacer. Con su prosa pulcra, que hila cadenciosamente una infinidad de datos, y una vocación investigadora a prueba de todo, la ensayista tungurahuense -residente en Nueva York- nos regala una vez más una pieza perdida del caótico rompecabezas de las artes ecuatorianas. Esta vez le tocó el turno a Dolores Veintimilla (sin el ‘de Galindo’), poeta por derecho propio. Poeta cuyo nombre, no así su obra, ha estado los últimos meses en boca de no pocos literatos locales. ‘La conservación del canon histórico de las obras de Dolores Veintimilla’, de autoría de Barrera-Agarwal, resuelve el misterio de cómo el uruguayo Isidore Ducasse supo de la existencia y suicidio de la poeta quiteña; como quedó consignado en sus escritos. Misterio que agitó el avispero literario local en noviembre del año pasado, cuando el también uruguayo Ruperto Long vino a Quito a presentar su crónica novelada sobre la vida de Ducasse, en la que menciona la ‘inexplicable’ relación del celebérrimo Conde de Lautréamont (pseudónimo de Ducasse)con la obra de Veintimilla. Mientras todo esto pasaba aquí, en los archivos de la computadora de Barrera-Agarwal reposaba ese ensayo, que forma parte de una investigación sobre autoras ecuatorianas en la que todavía está trabajando. Una columna publicada por Fernando Balseca en diario El Universo el 23 de noviembre pasado movió a Barrera-Agarwal a hacer público su escrito y, así, a adelantar una parte de su próximo libro. Incluso mandó el ensayo a la revista Kipus, de la Universidad Andina Simón Bolívar. Con el rigor y la acuciosidad correspondientes a un investigador que se precie de tal, Barrera-Agarwal, luego de un trabajo de tres años, desata sin pomposidad ese aparente nudo gordiano en el que se había convertido la evidencia de que Ducasse/Lautréamont haya sabido de la poeta ecuatoriana. La repetición, en decenas de ocasiones, de una fecha errada fue lo que condujo a la construcción de este misterio literario. Un ensayo publicado por el peruano Ricardo Palma en 1861 -cuatro años después de la muerte de Veintimilla- es la clave del intríngulis; pues, como sostiene la autora en su ensayo, es muy probable que a través de este texto Ducasse haya conocido la obra de la poeta y también el dato de que se quitó la vida. El uruguayo visitó por última vez su país en 1867, tres años antes de morir, y fue entonces cuando el texto de Palma pudo haber llegado a sus manos. Misterios y anécdotas aparte, lo más interesante del ensayo de Barrera-Agarwal es que aclara varios pasajes oscuros de la obra de la poeta quiteña. Uno de los más importantes: quiénes y cómo contribuyeron a la conservación y difusión de su obra, tanto en vida de la autora, como después de su muerte. Sin embargo, el espeso silencio bajo el cual germinó y circuló la obra de Veintimilla ha dejado para siempre en el anonimato a tres personas clave en esta tarea. Se trata de Flor de Té, Juan de la Coba y Los Editores, seudónimos todos, imposibles de descifrar por la escasa información disponible sobre la poeta y su círculo íntimo. No obstante, Barrera-Agarwal, ganadora del Aurelio Espinosa Pólit 2010 con el ensayo ‘Thomas Merton y Ecuador. La búsqueda del país secreto’ (en el que desarrolló la relación entre el místico francés estadounidense y los ecuatorianos Jorge Carrera Andrade y Jaime Andrade), se nutrió de 35 fuentes distintas para dar con un sinnúmero de fechas y detalles que acercan al lector de una manera distinta al carácter de la obra de Veintimilla y a la época que le tocó vivir. Definitivamente, un aporte capital de este ensayo es la develación minuciosa del ‘modus operandi’ local de la producción, edición y circulación de textos literarios en el siglo XIX. Así, por ejemplo, se ve cómo en diferentes ediciones de un mismo poema no solo son cambiadas palabras (y sentidos), sino que son mutilados versos completos, según el criterio del editor de turno. Al respecto, Barrera-Agarwal comenta en una entrevista vía correo electrónico: «Las libertades ejercidas respecto de la obra de Veintimilla no tienen precedente en la historia de la literatura ecuatoriana. A ello contribuyó sin duda el hecho de que la poeta fuese mujer. Es difícil imaginar a un compilador o comentarista modificando versos de Olmedo o de Mera a placer». Dolores Veintimilla es la gran desconocida de las letras nacionales, dice la autora del ensayo. «Puede sonar paradójico -continúa-, en vista de su omnipresencia en programas escolares. Pero lo cierto es que poco o nada se conoce de su verdadera personalidad. Revisitar su canon y su vida de manera inquisitiva, en lugar de repetitiva, resulta indispensable». Una vez publicado el libro, podremos hacerlo de la mano de María Helena Barrera-Agarwal.

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